Exhortaciones

3. Todos contra el vecino que martilla

Por: Luis F Molina

Este escrito es un desahogo personal. Ya se acumulan casi 12 meses de constantes "martilleos" de parte de ambos vecinos. Despertarse y sentir que hay un desadaptado martillando una en obra que parece no tener fin ni precio. En cualquier ser humano, desde el más pacífico hasta el más malhumorado, este sonido, esta vibración despierta el homicida, el desadaptado social que se lleva por dentro. 

Dentro de mi recién levantada mente, lo primero que pienso es en ir y disparar miles de cartuchos de balas en contra del miserable que martilla sin tregua alguna y terminar de una vez por todas. Después, llego de nuevo a la realidad y reflexiono en que este problema no tiene ninguna solución. La única venganza que he podido presentar es poner la parte más grave de un "Bass" o bajo (parlante) que queda al lado del cuarto de la peste que martilla de 7 am a 7 pm.

Quizás el destino me envió una señal divina cuando jugando Age of Empires II o Empire Earth, todas las construcciones, por castillos o molinos que fueran, se hacían únicamente martillando. Según mi sentido común, eso era imposible, aunque con la rutina de mis detestables vecinos, debo reconsiderar esta posición.  

Señor lector, si a usted le está pasando lo que a mí me aqueja a diario, piense en su papel sobre el mundo, reflexione la esencia de los martillos y tenga lástima. Sin embargo, si esto interrumpe su siesta, su sueño, su acto sexual o fecal, es mejor que comience a buscar un método para hacerle saber a su vecino lo incómodo que es. 

Una noche de domingo, el vecino comenzó a martillar a las 10:30 pm. Mi padre, quien maneja un malgenio como "status quo" reaccionó violentamente con un martillo desde el lado contrario de la pared y comenzó a gritar vilipendios al vecino desgraciado. Fue tanto el drama que al minuto ya no había sonidos de martillos de ninguna de las partes.

Hay que tener paciencia, sino, la solución está en una querella. 

2. ¿Qué es con el alcohol?

Por:

Luis F. Molina

El alcohol es una droga rectreativa usada por docenas de generaciones. Su uso ha variado, desde el catalizador de despechos y crudas amorosas a pasar a ser una especie de generador de belleza entre sexos. Sí hay algo claro: El alcohol une amigos y destruye otros, aunque lo segundo puede ser sometido a revisión.


No obstante, hay una corriente de la generación de 1950 a 1970, ferviente consumidora de aguardiente sin dispensador y ron que se ha dedicado a velar el consumo de las nuevas generaciones, con el fin de hacerles entender que el consumo de licor no es bueno.
Siempre he creído que cuando varias generaciones se mezclan para lograr un mismo fin, terminan por separarse todavía más del objetivo. La razón se ubica en la necesidad humana de hacer prevalecer el punto de vista personal, que a la vez, puede ser un signo de representación generacional.
Las realidades han cambiado considerablemente. Antes, los adultos iban a "Fuentes de Soda" a que les dieran sus respectivos tragos, asimilando una imagen de taberna ambientada por música argentina. Otros muchos, bailaban en clubes sociales y nocturnos según la música de entonces. Otros muchos, conservaban a sus amigos en casa y hablando y estudiando pasaban uno que otro trago.
Ahora, las cosas han cambiado. La figura de la taberna desapareció prácticamente para las nuevas generaciones que han segado su ser antiguo y dispusieron sus oídos a los vacuos y abyectos versos de una mezcla hecha en estudios-cloacas conocida como "reguetón". Claro, quien soy yo para criticarlos. Cada quien tiene derecho a errar y de formas impúdicas. Eso sí, no escucho reguetón porque ni siquiera entiendo su letra, en caso de que la tuviese.
La mayoría son felices bailando sobre una baldosa y rotando una botella de alcohol con el mínimo de sentimiento. Ahora, ya no se baila porque casi no hay quien baile y ahora ya no se canta, porque no hay quien sienta.
Quizás nuestra anterior generación tenga la razón. Es cierto que estamos ingeriendo licor, pero es un sinsentido estar así, sin siquiera saber lo que se hace, como un movimiento matemático por cumplir los fines de semana. Así las cosas, es mejor no tomar.

 

 

 

1. Opiniones sin criterio

Por:

Luis F. Molina

Opinar no es tarea fácil en ninguna forma. Emitir una opinión requiere un razonamiento para lograr que la posición tomada tenga algún efecto, o, por lo menos, una interpretación.
Quienes se creen dueños de la verdad, creen que su opinión es verdad absoluta, verdad divina, verdad universal. Así, quienes no entienden, comparten, asienten o gustan de una posición ajena toman un lamentable lugar de atacar a quien opina con su propio criterio.
Un séquito de personas siempre atentas a caerle al caído siempre están expectantes del error, del mal cálculo para interponer todo tipo triquiñuelas lingüísticas e ideológicas para lograr la confusión en la opinión de otra persona.
Si una persona comete un error en una opinión, pues será necesario corregirle. Si aquel individuo acepta la corrección, todo estará bien. Si no lo hace, pues el problema se acumulará para él. No habrá necesidad entonces de emprender una guerra sin cuartel para hacerle entender a otro que su opinión contrasta con el conocimiento propio.
Es la falta de tolerancia ante el criterio ajeno, ante la opinión sagaz y las nuevas interpretaciones que todavía muestran a la sociedad colombiana como una gregaria, que todavía no puede vivir en paz, porque siempre que oye algo supuestamente prohibido para sus oídos corre a rasgar sus vestiduras sin antes pararse a pensar los fundamentos de los otros.

Ni su opinión, ni mi verdad son máximos morales ni verdades universales para andar pregonando el error de otros a favor del propio. Qué quede constancia de que estamos intentando cambiar. Al menos, los prejuicios parecen mermarse con el cambio generacional. No se sabe hasta dónde, pero parece, y como tal, es mi percepción; es mi opinión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario